¿Viajero cansado? Vence al jet lag

Una mujer joven echada en la cama durante el día; lleva una mascarilla para evitar la luz y está intentando dormir.

¿Cuerpo en Roma, cerebro en Lima? Guía para vencer el jet lag hoy

Son las 3:14 de la madrugada. Estás en una habitación de hotel en Tokio, o quizás en Londres, mirando fijamente un patrón incomprensible en el techo. Tu cuerpo está convencido, con una certeza inquebrantable, de que es la hora de comer un bocadillo de jamón, mientras que tu cerebro grita que debería estar inconsciente. Fuera, la ciudad duerme. Dentro, tú vibras con esa energía nerviosa que solo se consigue tras catorce horas, inhalando aire reciclado y comiendo algo que la aerolínea juró que era pollo.

Esto es jet lag.

He pasado gran parte de mi vida adulta en este estado intermedio, una especie de purgatorio para viajeros donde el café no despierta y el alcohol no duerme, simplemente confunde. He saludado a recepcionistas con un «buenas noches» a las ocho de la mañana y me he quedado dormido en museos de importancia mundial. Es humillante. Es agotador. Y, curiosamente, es completamente fascinante desde un punto de vista biológico.

La evolución, en su infinita sabiduría, nos diseñó para caminar distancias moderadas y dormir cuando se pone el sol. No nos diseñó para ser lanzados a través de seis zonas horarias en un tubo de metal presurizado a 900 kilómetros por hora. Pero aquí estamos. Y aunque no existe una cura mágica (créeme, las he probado todas, desde suplementos de hierbas dudosas hasta rituales de pisar césped descalzo), existen formas de mitigar el desastre. En Prueba Esto Hoy, nos enfocamos en mejorar un poco cada día. Así que hoy, vamos a probar a engañar a nuestra biología para que puedas disfrutar de tus vacaciones (o rendir en tu reunión de negocios) sin parecer un extra de una película de zombis.

La ciencia detrás de tu miseria

Para entender por qué te sientes como si te hubiera atropellado un camión muy lento, tienes que entender el ritmo circadiano. Imagina que dentro de tu cuerpo hay una orquesta enorme. El hígado, los riñones, el cerebro, la digestión; todos tocan sus instrumentos siguiendo la batuta de un director maestro situado en el hipotálamo, llamado núcleo supraquiasmático. Este director se guía principalmente por la luz.

Cuando vuelas al este o al oeste, cambias el escenario, pero el director sigue llevando el ritmo de la ciudad de salida. De repente, el estómago pide comida cuando el cerebro pide sueño, y los riñones están trabajando horas extras cuando deberían estar descansando. Es una cacofonía fisiológica.

Los síntomas van más allá del sueño. Hablamos de indigestión, irritabilidad (pregúntale a cualquiera que haya viajado conmigo), dificultad para concentrarse y una torpeza generalizada. Es como si tu cuerpo estuviera en huelga, y honestamente, no se le puede culpar.

Estrategias antes de subir al tubo de metal

La batalla contra el jet lag no empieza cuando aterrizas; empieza días antes, en la comodidad de tu hogar, donde todavía tienes control sobre tu destino.

Ajusta tu reloj interno gradualmente

Si viajas hacia el este (digamos, de México a España), intenta irte a la cama una hora antes cada noche durante los tres días previos al vuelo. Si viajas al oeste (de España a México), haz lo contrario: quédate despierto un poco más. Sé que suena ridículo intentar dormir a las 8 p.m. cuando no tienes sueño, pero piensa en ello como un entrenamiento. Estás entrenando a tu director de orquesta.

La dieta del viajero inteligente

Evita las comidas copiosas antes de volar. Un sistema digestivo sobrecargado en un avión es una receta para el desastre. Mantente hidratado desde el día anterior. Y por favor, descansa bien antes del vuelo. Subir al avión ya agotado con la esperanza de «dormir todo el viaje» es una mentira que nos contamos a nosotros mismos, como esa de que empezaremos la dieta el lunes.

Supervivencia a 30.000 pies

Una vez cruzas la puerta de embarque, entras en una zona de no-tiempo. Aquí es donde se cometen los mayores errores.

El dilema del gin tonic o el vaso de vino

El aire de la cabina es más seco que el desierto de Atacama. La deshidratación empeora cada síntoma del jet lag. La tentación de pedir una copa de vino o un gin tonic para «relajarse» es fuerte. Lo entiendo. Pero el alcohol a esa altitud te deshidratará más rápido y fragmentará tu sueño. Lo mejor que puedes hacer es beber agua como si fueras una esponja seca que regresa al océano.

Manipula la luz

En cuanto subas al avión, cambia la hora de tu reloj (o teléfono) a la hora de tu destino. Mentalízate: ya no estás en tu casa, estás allí. Si en tu destino es de noche, ponte un antifaz, usa tapones y trata de dormir, aunque tu cuerpo no quiera. Si en tu destino es de día, mantente despierto a toda costa. Mira películas malas, lee ese libro denso que prometiste terminar, camina por el pasillo molestando levemente a los auxiliares de vuelo. Pero no duermas.

La cafeína es un arma de doble filo

El café es maravilloso. Es el néctar de los dioses. Pero tomarlo en el momento equivocado durante un vuelo puede arruinar tu adaptación. Úsalo estratégicamente: solo si en tu destino es por la mañana.

Aterrizaje: Bienvenido al futuro (o al pasado)

Has llegado. Te sientes sucio, cansado y probablemente llevas la misma ropa interior desde hace demasiadas horas. Lo que hagas ahora es crucial.

La luz solar es tu mejor amiga

La luz del sol es la señal más potente para resetear tu reloj interno. Si aterrizas por la mañana, sal a la calle. Exponte a la luz natural. Deja que tus ojos (sin mirar directamente al sol, por favor) registren que es de día. Si es posible, haz algo de ejercicio ligero. Una caminata es suficiente. Esto le grita a tu cuerpo: «¡Estamos activos! ¡No es hora de dormir!».

La siesta es una trampa mortal

Llegas al hotel a las 11 a.m. La cama se ve increíblemente suave. Piensas: «Solo cerraré los ojos 20 minutos». No lo hagas. Es una trampa. Esos 20 minutos se convertirán en cuatro horas, y te despertarás a las 3 a.m. con los ojos como platos, condenado a repetir el ciclo. Mantente despierto hasta una hora «socialmente aceptable» para dormir, digamos las 9 o 10 p.m.

Ayudas extras y brujería moderna

A veces, la fuerza de voluntad y el sol no son suficientes. Aquí es donde entra la ciencia (y un poco de tecnología).

Melatonina: La hormona de la oscuridad

Nuestro cuerpo produce melatonina naturalmente cuando oscurece para indicarnos que es hora de dormir. Muchos viajeros toman suplementos de melatonina. La clave es el momento (lo que llaman timing) y la dosis. Una dosis pequeña (0,5 mg a 3 mg) unas horas antes de la hora de dormir deseada en el nuevo destino puede ayudar a adelantar tu reloj. Pero consulta siempre con un médico antes de convertirte en tu propio farmacéutico experimental.

Tecnología al rescate

Vivimos en la edad de oro de las aplicaciones. Apps como Timeshifter utilizan la ciencia circadiana (usada por astronautas y atletas de élite) para crearte un plan personalizado. Te dicen exactamente cuándo ver luz, cuándo evitarla, cuándo tomar café y cuándo dormir, basándose en tus vuelos específicos. Es como tener a un científico del sueño en el bolsillo, aunque uno bastante mandón.

Empieza tu próxima aventura despierto

El jet lag es, en última instancia, el precio que pagamos por el milagro del viaje moderno. Es un recordatorio de que somos animales biológicos viviendo en un mundo tecnológico.

No te obsesiones con hacerlo perfecto. Habrá momentos en los que te dormirás en el autobús turístico o te comerás una hamburguesa a las 4 de la mañana. Y está bien. Lo importante es intentar aplicar estos pequeños cambios: hidratación, gestión de la luz, y resistencia a la siesta prohibida.

Prueba esto hoy: en tu próximo viaje, no seas un pasajero pasivo de tu propia biología. Toma el control. Y si todo falla y te encuentras despierto de madrugada mirando el techo del hotel, recuerda que no estás solo. Probablemente, yo esté en algún lugar del mundo, despierto a la misma hora, preguntándome por qué el minibar es tan caro y escribiendo sobre ello.

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