Antes de que existiera la enorme variedad de productos de limpieza que se pueden encontrar hoy en día en las tiendas, nuestras abuelas y bisabuelas tenían sus trucos para tener la casa limpia y reluciente.
Las cuberterías para invitados solían ser de plata y obtenían muy buenos resultados limpiándolas con pasta de dientes.
Espolvoreaban con polvos de talco el trapo del polvo y así los muebles mantenían su brillo propio.
Mantenían brillantes los pomos cromados limpiándolos con un trapo mojado en vinagre.
Hacían una pasta con lejía y bicarbonato y cepillaban con ella los azulejos, y quedaban como nuevos por muy sucios que estuvieran.
Son productos que todos tenemos en casa y que ya se tiene mucha experiencia en depurarlos de las aguas residuales. No cuesta nada probar.