Errar es humano. Cuando te equivocas ¿Tratas de esconderlo o te disculpas sinceramente?
Las personas que saben cómo disculparse son las que curan las heridas y cierran las brechas que se han abierto.
Cualquiera puede tropezar con otra persona, legar tarde a una cita, extraviar un papel importante, dejar caer un objeto frágil… y mil formas más de hacer las cosas mal. También es fácil decir cosas muy desagradables dentro del calor de una discusión o una pelea.
Cuando peleamos todos tenemos un disparador emocional. Averigua cuál es el tuyo y recuérdalo.
Si consigues evitarlo, serás más feliz y harás más felices a quienes te rodean.
Afortunadamente, la mayoría de nuestras equivocaciones no tienen consecuencias catastróficas. Cuando hacemos algo mal se puede arreglar con una disculpa sincera. Pero no todos saben como hacerlo… o sus disculpas no parecen algo verdadero.
Al disculparte, empieza por decir lo que hiciste mal. Trata de comprender los sentimientos de la otra persona y no intentes pasarle la pelota y pedir que, a su vez, se disculpe ante tí. No necesitas dar explicaciones largas ni dar razones, a menos que la razón sea especialmente relevante, aunque debes recordar que prácticamente ninguna razón justifica un mal comportamiento.
Si debes reflexonar sobre por qué actuaste mal, para no repetirlo.
A menudo hay que dar también el segundo paso, que es hacer lo posible para reparar el daño causado.
Y una vez que te has disculpado y has intentado compensar a la otra persona, déjalo ir. Es muy probable que te perdonen, pero nadie está obligado a hacerlo.
Si la otra persona no quiere reparar la relación después de recibir tu disculpa sincera, es su problema.